jueves, 5 de noviembre de 2015

La energía sexual, el lazo más fuerte

Existen hilos o lazos invisibles entre las personas por donde se transporta y se capta, inconscientemente, la energía. El lazo más fuerte es el de la energía sexual. Dicha energía es una fuerza potente, que se relaciona directamente con nuestra salud física y mental, es decir, con nuestro espíritu. Siendo la energía del sexo la más poderosa, es primordial aclarar a lo que nos referimos con este concepto. Pues bien, La energía sexual es lo que se manifiesta al tener relaciones íntimas con una pareja. El momento en que se juntan los cuerpos es un escenario de expresión por parte de los sentidos de quién los posee. En otras palabras, en este espacio se prende el canal por donde se transmite y se conecta la energía entre una persona y otra.

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La energía que se siente como una explosión, contiene en sí misma una variedad de sentimientos, deseos, necesidades por cumplir, pensamientos, entre otros; que son lo que impulsan esta fuerza. Cada persona tiene una energía sexual diferente, generada por condiciones y situaciones distintas. Estas dependen de la vida de cada uno, y precisamente por esto, es que es tan poderoso este lazo energético del sexo.

Lo anterior se puede entender por cómo se le llama al sexo o al orgasmo (clímax del sexo): un escape del todo o en el caso de los franceses, se le llama al orgasmo (clímax en el sexo) Le petit mort o la pequeña muerte. Este término se ha usado para designar el orgasmo femenino donde la mujer alcanza el clímax, o el punto máximo de la energía sexual, y pierde la conciencia por unos segundos. Pero, ¿Qué pasa entonces durante este momento de coma, que hace que la energía del sexo sea la fuerza más potente? La respuesta está en que es precisamente este instante en el que la vida se detiene y nos conectamos con nosotros mismos, en contacto con la otra persona. Sin embargo, hay que aclarar que esta energía sexual no se genera al conectarse con otro ser humano solamente, sino que vive intrínseca en nuestro cuerpo. Cada individuo puede sentir la fuerza sexual que su propio cuerpo irradia, y experimentarla. Esta, al tener contacto con otro cuerpo, lo que hace es unirse, por lo tanto, dos personas que juntan sus cuerpos están expuestas inmediatamente a cargarse de la energía de cada uno, que se transporta por medio de los lazos invisibles mencionados.

Desde la historia, la monogamia no ha salido victoriosa en todos los sentidos. Los seres humanos por instinto natural, animal y sexual, poseen una energía del sexo que los lleva a ser atraídos por otras energías sexuales. Llevando así a tener varias parejas, sea al mismo tiempo o durante la vida. Es aquí donde surge la necesidad de limpiar aquellos lazos de energía sexual, que vamos creando y conservando a través de nuestras experiencias.

El mantener un lazo tan potente como el de la energía sexual, sea con una persona o también a raíz de una persona que ya no está, puede ser tanto beneficioso como perjudicial. Esto se debe a que, como ya explicamos, nos llenamos y cargamos de la energía del otro. Prácticamente absorbemos fragmentos emocionales de la otra vida, puesto que el canal sexual es muy amplio e intenso. Si una persona con la que tuvimos una conexión literal, nos aprecia, esta persona nos estará transmitiendo una serie de vibraciones positivas con las cuales vamos a sintonizarnos. Mientras que si esta persona no nos corresponde o no nos aprecia, sino que tiene sentimientos negativos hacia nosotros, son estos sentimientos negativos los que van a resonar en nuestra vida. Esto último nos causa bloqueos energéticos tan fuertes que nos pueden enfermar. Es más, muchas de las molestias corporales, como los dolores de cabeza y musculares, son a causa de un corto circuito en nuestros chakras. El chakra del corazón, siendo el más importante, es el más afectado.

Por todo lo leído, resulta imprescindible la limpieza de nuestros canales, que se logra cortando esos lazos energéticos del sexo. ¿Cómo los cortamos? A través de la meditación, el perdón y soltando a aquellas personas del pasado con las que aún estamos conectadas de manera inconsciente. La energía del sexo es la fuerza interna que nos mueve como un motor, lo más intenso y natural de nuestro ser. Debe estar regenerada constantemente, cortando lazos energéticos del pasado y al ritmo que nuestro espíritu nos lo pida. De esta forma podremos disfrutar del verdadero placer sexual que nos regala la energía y que nos revitaliza la mente, el cuerpo y el alma.




domingo, 1 de noviembre de 2015

La culpa y como liberarse

“La culpa no está en el sentimiento, si no en el consentimiento”

Una emoción extremadamente auto destructiva es la culpa, y aunque está relacionada más bien con la baja autoestima, no es una emoción innata en el ser humano. Es una consecuencia de nuestras acciones, de nuestras palabras, de nuestras reacciones.


¿Cómo  se  relaciona  la  culpa  con  la  autoestima?

Las personas que tienen baja autoestima sienten mucha culpa, como consecuencia les cuesta mucho sentirse bien acerca de ellos mismos, acerca de lo que dijeron, hicieron o de cómo reaccionaron ante algún hecho cotidiano o extraordinario.

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La culpa tiene muchísimo que ver con tu nivel de exigencia personal y lo críticos que eran en tu hogar de infancia.

Ponerse retos como técnica de superación está bien, pero si tus expectativas son irracionales o se contradicen con tu naturaleza innata serán la causa de una insatisfacción continua, cada vez que no cumplas tus expectativas.

La culpa normalmente busca castigo (hiciste algo mal y tu mente justiciera cree que debes pagar por ello) y si no la liberas, te lo hará notar a través de enfermedades que serán un auténtico auto-castigo. Es importante saber que el objetivo de la vida es ser feliz y aprender a amar. A partir de aquí cada uno se pone sus normas de auto-exigencia y sus “deberías”: “debería ser ordenada”, “debería dejar de gritar”, “debería estudiar derecho”, “debería ser mejor madre”, etc. Algunos son tuyos, otros no.

Corresponden a las expectativas de otras personas sobre ti, tú simplemente le has dado poder para que te afecten y te sientas inadecuado si no los conviertes en realidad. Pero todavía estás a tiempo de elegir. Escoge aquello que te haga sentir bien y sustituye los “debería” por “podría” o por “quiero”: “yo podría ser ordenada”, “quiero estudiar derecho”, etc.

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Para ver si eres demasiado duro contigo mismo, haz el siguiente ejercicio. Imagínate que alguien cercano a ti falla en algo, ¿cuál sería tu reacción? Aunque inicialmente te enfadarías y lo expresarías, es muy probable que los perdonaras rápido, porque los quieres.

Ahora imagínate que tú haces lo mismo, que fallas en algo. ¿Cómo reaccionas? Probablemente tu problema hacia ti mismo tendrá unas proporciones algo mayores. Para saber si te estás tratando como te mereces, aplícate la misma medida que le aplicas a la persona que más quieres en este mundo. Esa persona tendrías que ser tú, pero si no lo eres intenta al menos acercarte a la medida que puedas tener por otra persona. Tú también te lo mereces. Y tú también lo haces todo lo mejor que puedes. La culpa no ayuda a nadie.

Si realmente has hecho algo que consideras muy malo, intenta solucionarlo si se puede y luego libéralo y perdónate. La culpa reiterada se convierte en odio a uno mismo y si pierdes tu conexión interior todo se estanca en tu vida, todo carece de sentido. El amor mueve al mundo. Si no hay amor nada se mueve en tu vida…


“Entender el sentimiento de culpa”

El sentimiento de culpa es una emoción inmovilizante y destructiva, que puede aparecer en cualquier momento de la vida. Hay personas que tienen una especie de vocación por la culpa ya que no sólo se sienten mal por lo que han hecho sino incluso por lo que podrían llegar a hacer. Obviamente, éste no es un sentimiento agradable y haríamos cualquier cosa por desembarazarnos del mismo.

Las raíces de la culpa pueden rastrearse hasta la infancia; sobre todo si la persona tuvo que lidiar con padres o profesores que les hacían sentir culpables por cualquier cosa que hiciese mal. La frase: “deberías avergonzarte lo que acabas de hacer”, probablemente le suene familiar a más de uno.

Obviamente, todos cometemos errores de los cuales no estamos particularmente orgullosos pero mirar al pasado constantemente recriminándose por los mismos supone un gasto de energía innecesario que no nos reporta nada positivo. El sentimiento de culpa simplemente nos encierra en un círculo masoquista que se hace cada vez más estrecho.

En muchas ocasiones el sentimiento de culpa llega a ser tan fuerte que provoca signos físicos como la sensación de presión en el pecho, el dolor de estómago, un fuerte dolor de cabeza y sensación de peso en los hombros. A esto se le suman los pensamientos recurrentes de auto reproche, agresividad hacia uno mismo y un fuerte desasosiego.

En la base del sentimiento de culpa se entrelazan disímiles formas de relacionarse con el yo. Por ejemplo, la mayoría de las personas que experimentan constantemente el sentimiento de culpa tienen una baja autoestima y no se creen merecedores del amor o de las gratificaciones que le brinda la vida por lo que aprovechan el más mínimo error para auto castigarse. En el otro extremo, se encuentran las personas perfeccionistas para las cuales cualquier error es una buena excusa para auto reprocharse y criticarse constantemente.

Estas personas tienen en común un pensamiento rígido y polarizado. Es decir, aprecian el mundo en blanco y negro: las cosas o son buenas o son malas, o están bien o están mal. No saben apreciar la infinidad de tonalidades que existen entre estos dos colores porque su forma de pensar es demasiado estricta y estereotipada. Por ende, son prácticamente incapaces de analizar los aspectos positivos y negativos de una situación ya que tienden a mover la balanza en un solo sentido.

Otro aspecto esencial para comprender la culpa es la ruptura que ésta representa en nuestro sistema de valores. En otras palabras, experimentamos sentimientos de culpa cuando hacemos algo que se aleja de los valores que hemos asumido como justos y positivos. Sentimos culpa cuando nuestro comportamiento no cumple con nuestros cánones y, por ende, nos recriminamos.

No obstante, debe puntualizarse que la culpa se manifiesta de diversas formas:

- Quienes se sienten culpables de todo lo ocurrido, incluso si no es su responsabilidad.

- Quienes culpabilizan a los demás de todo lo ocurrido para liberarse de la cuota de responsabilidad individual.

- Quienes ponen la responsabilidad en las circunstancias pensando que nadie tiene la culpa de nada sino que son las situaciones del medio las que determinan los comportamientos.

Evidentemente, cualquiera de estas expresiones de la culpa son igualmente negativas y dañinas para la persona ya que las responsabilidades se difuminan y seremos incapaces de tomar las riendas de nuestra vida.

Obviamente, en muchas ocasiones (sobre todo cuando éstas desbordan nuestros recursos psicológicos), nos vemos sumergidos en la culpa. El problema en sí no radica en no sentir la culpa (porque sobre esto no podemos accionar) sino en manejar estos sentimientos y afrontarlos desde una perspectiva positiva. Para lograrlo es esencial que asumamos algunos pasos:

1. Abandonar el pensamiento polarizado y asumir una postura más flexible. Para esto el mejor ejercicio es pensar en los aspectos positivos y negativos que encierra cada situación a la cual nos enfrentamos cotidianamente. Apreciando las diversas facetas de las situaciones y comportamientos podremos percatarnos que la vida no es en blanco y negro sino llena de matices.

2. Hallar las causas de los sentimientos de culpa desarrollando un diálogo interior. Este diálogo interior (siempre que sea sincero) nos develará algunas ideas irracionales de causa y efecto. Por ejemplo, la madre experimenta sentimientos de culpa porque estaba en el trabajo mientras el hijo sufría un accidente doméstico bajo la supervisión de la cuidadora. La lógica nos indica que ella no tenía forma de presuponer o evitar el accidente y que necesita trabajar para poder mantener la familia, por ende los sentimientos de culpa son totalmente infundados. En muchas ocasiones la clave para eliminar la culpa radica en saber repartir las responsabilidades asumiendo aquella cuota que nos corresponde, pero no más allá.

3. Planificar el futuro. Aún si asumimos nuestra responsabilidad en una situación y cometimos un error, lo más productivo es mirar al futuro y pensar en cómo podemos subsanar el daño. La culpa nunca es la solución porque nos encierra en la trampa del inmovilismo y el sufrimiento.

Finalmente, quisiera terminar las reflexiones con una frase de la sabiduría popular que hace referencia directa a la preocupación y que podría aplicarse a los sentimientos de culpa. Obviamente es extrema, pero ejemplifica el sentir con el cual en algunas ocasiones deberíamos asumir los hechos que se escapan de nuestro control:

¿Tiene solución? Entonces, por qué te preocupas…

¿No tiene solución? Entonces, por qué te preocupas…




Fuente: rinconpsicologia  sorayapsicologa